Días vs Eternidades




Muchas veces nos preguntan a lo largo de la vida: 

¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?

Se supone que uno debe tener clara la respuesta a tal cuestionamiento. Recuerdo que la vez que me la hicieron a los 10 años, respondí que fue cuando me regalaron una enorme caja de legos. A los 14, cuando besé a la primera chica, a los 18 cuando me prestaron el auto por primera vez y desde los 20 aprendí que la vida no tiene días buenos, solo gente que quiere convencerse de tal cosa.

Eso de marcar días puntuales y relacionarlos con eventos es una mala costumbre. Sobre todo, si se trata de eventos mundanos y cuasi cotidianos. Me refiero, a que si un día ganas el premio Nobel de literatura, eso si que sería un día memorable de por vida; pero si lo que haces es fornicar por primera vez con una mocosita insulsa, no es algo que se deba tener presente dado lo común a todos los seres humanos que ese hecho termina resultando.

Los factores comunes que tenemos los seres humanos, no deben ser generadores de recuerdos puntuales. En la sociedad de hoy, el culto a la mediocridad hace que se fije como fecha especial a casi cualquier trivialidad absurda. Un día se festeja el paso del niño de kinder a primaria o los 15 años de la heredera... como que tales estupideces fueran exclusivas de alguien como para que tenga relevancia social.

Seguramente se me discutirá que me salté de eventos personales dignos de no festejarse, a eventos sociales del mismo calibre. A lo que quiero llegar, es a que la gente no suele poder diferenciar los unos de los otros. Resulta, por ejemplo, que un evento común y corriente como una boda, cuya significancia sería obvia para los novios, ahora es un evento de trascendencia social en donde cualquier otro se siente en derecho de opinar. Risitas aparte, debo decir que sostengo una teoría muy interesante al respecto: 

Detrás de la manía e histeria colectiva que produce una boda, está una subrepticia conspiración de toda la industria del entretenimiento y organización de eventos, que conspira para que la gente entre en estado de demencia y exteriorice su compulsión de que la boda sea "el mejor día de su vida" -sobre todo de la mujer- para que se disimule el afán comercial de tales entidades ratoniles a la hora de prestar su servicio y obtener jugosas ganancias.


Las autoridades deberían consultarme respecto de como combatir este flagelo social, para que la gente se de cuenta de cómo es usada para justificar eventos; y que se salga del círculo vicioso del consumismo de salones de baile y tarjetitas de invitación, para darse cuenta que la felicidad de verdad es un estado profunda de elección interna, donde la persona decide SER, por sobre el parecer.